Creatividad: ¿cómo vamos de la idea al producto?
El proceso creativo: ¿te has preguntado alguna vez de qué va y cómo hacen las personas cuya profesión depende de ese algo intangible que llamamos ‘creatividad’? Cuando pensamos en procesos creativos, la web está inundada de consejos, ideas y estudios sobre qué y cómo hacen quienes dependen de la creatividad como principal recurso para su labor.
Al revisar una buena cantidad de estas publicaciones, una de las conclusiones más certeras que pudimos extraer es, si bien, todos los creativos comparten ciertos rasgos de personalidad –son curiosos, disciplinados, les gustan los gatos o tienen una hora fija de trabajo-, es interesante saber que los procesos, el cómo alcanzan a la tan esquiva “musa”, no es algo que se pueda estandarizar.
Hay actitudes, ciertas actividades y estímulos que nos ayudan a incentivar la creatividad y realizar nuestro trabajo, pero los caminos que llevan desde la concepción de la idea hasta su culminación, son tan distintos los unos de los otros que es, como ya dijimos, algo imposible de determinar.
En Magenta, nuestro proceso creativo ha ido evolucionado. Lo que nos funcionó en un tiempo, no necesariamente nos es útil hoy día. No somos las mismas personas que hace unos años y eso es lo genial de la creatividad: no es un ente estático. Está abierto al cambio. Puede facilitar o dificultar las cosas, pero de lo que sí estamos seguros es de que es algo dinámico, cambiante, es algo que está vivo.
Muchos de nuestros clientes tienen dudas sobre cómo trabajamos ¿Cómo vamos desde A hasta B? Por ello, aquí les compartimos lo que hacemos. Es algo muy general y dinámico. A veces funciona, a veces no pero sin duda, han sido más los aciertos que los fallos. Entonces, si pudiéramos resumir nuestro camino hacia la creatividad sería más o menos así.
Investigación
Cuando empezamos un nuevo proyecto, el primer paso es la investigación. Esta etapa también comprende lo que llamamos la búsqueda de la inspiración. Esta etapa consiste en procesar toda la información y las ideas que tienen los clientes. Este proceso puede variar dependiendo de si hay una idea así sea muy básica de lo que se quiere o por el contrario, el cliente no sabe lo que quiere, así que parte de esta búsqueda también puede incluir darle sentido y forma a lo que no lo tiene.
Una buena forma de buscar ideas es realizar un Mood Board. Un Mood Board es un espacio físico o digital en el cual reunimos todos los componentes, colores, formas y demás elementos de diseño, fotografía o vídeo que nos parecen se relacionan más o menos con lo que podemos percibir de la marca y así crear, estructurar y definir los elementos que van a componer el trabajo para que sea funcional al negocio y se alinee con sus valores.
Suele ser la etapa más divertida pero, no es necesariamente la más sencilla.
Desarrollo y creatividad
Al tener una idea más o menos clara de lo que queremos hacer, empezamos a trabajar. Realizamos varios bocetos. Esta es la etapa más intrincada del viaje, ya que si todo fluye, ¡genial! Pero si no, bueno, no digamos que llegarías al borde del llanto pero, casi. Sobre todo cuando estás empezando, nunca nada te convence y el hecho de que nada te convenza te hace perder confianza en ti mismo y eso es lo que usualmente te lleva al escenario anterior, el de las lágrimas.
Cuando se es principiante, los juicios y recriminaciones contigo mismo suelen ser muy duros. Con suerte, pasará. Solo necesitas, como explicaba Peter Pan a los niños Darling cómo volar: un poquito de fe, confianza y polvo de hadas. Por ello, lo mejor durante esta etapa es tratar de tomárselo con calma. Si sientes que el proyecto no fluye ese día, ¡está bien! Cierra el archivo y regresa cuando te sientas más calmado. Probablemente, al día siguiente con la mente despejada y clara, todo fluya mucho mejor. Es lo que suele pasar.
En esta etapa procuramos crear al menos tres propuestas para mostrárselas al cliente. Dedos cruzados.
Retroalimentación
Esta es la hora de la verdad. Pasas el correo o convocas a tu cliente a tu oficina para mostrarle el trabajo. Esperas haber logrado plasmar sus ideas en el boceto. Algo curioso: muy pocas veces el prototipo seleccionado llega a la etapa final tal cual lo concebiste en la segunda etapa. Casi siempre hay correcciones. Así sea el punto sobre la I. Las correcciones suceden y esto suele ser algo muy positivo, porque o bien la retroalimentación de tu cliente te proporciona ese algo que no habías visto y en realidad termina mejorando el diseño o te ayuda a repensar el diseño total y, últimamente lograr un diseño con el que te sientas satisfecho. Hay casos de casos, sin duda pero, la mayoría de las veces las críticas del cliente son necesarias.
Aplicación
Una vez terminado el proyecto, este pasa a una fase de experimentación. Se prueban todas las aplicaciones, funcionalidades y posibles usos del mismo. En caso de errores realizamos las correcciones necesarias. Esto aplica específicamente cuando elaboramos sitios web, e-mail marketing o publicación digital.
Entrega
Una vez aprobado el arte y la versión final del proyecto… ¡No hay mejor sensación del mundo! Especialmente, si el cliente se muestra satisfecho con su diseño. Procuramos siempre -al menos en el caso de los logos- entregar un pequeño manual del logo y así mantener el uso adecuado del mismo. Esto comprenderá desde las fuentes, ampliación y reducción, la variación cromática, en fin… de todos los elementos empleados en el diseño. Y ustedes, amigos creativos podrán decirse a sí mismos que esas lágrimas no fueron en vano.
Es un proceso que se describe fácil. Demasiado fácil al menos si lo comparamos con el llevarlo a cabo. Como les dijimos no es un proceso igual todo el tiempo. A veces puede ser más extenso, complicado o, todo lo contrario: como flotar sobre un mar en calma. Pero, eso sí, no cambiaríamos esto por nada en el mundo. Ni siquiera la parte de las lágrimas.